jueves, 4 de septiembre de 2008

Intro

Porque la luz hay que dejarla al final de cada túnel, porque no existe uno sólo o talvez sí pero con varias estaciones que lucen -a la larga-, iguales.



Porque avanzamos sin mirar, sin fijarnos despacito, sin oír detenidos. Porque asistimos al espectáculo de las urnas, las vestiduras, los vientos, los sapos y las flores -vivas o marchitas-.



Porque es más fácil avanzar a regañadientes y con empujones en la espalda... porque nos damos cuenta de nuestra fortaleza cuando ya no podemos caminar, cuando la hemos perdido y recogemos años anteriores, e interiores, y volamos en los submundos de la imaginación -la propia y la ajena-.



Porque es más cruel para nosotros (mismos), recoger el brazo y atarlo a la cintura de otro que es tan o más complejo que nuestro reflejo... que el reflejo que vemos en sus ojos y en su vida... Cuando nos cuenta algo, por muchos años de diferencia que tengamos ambos, es como si nos leyeran el futuro. Ambos se dan cuenta de lo que hacen, pero sólo hay un día en el que lo reconocen a viva voz... y deciden...



... Que todo siga igual como si nunca lo hablaron, quererse por quienes son u odiarse más por reflejarse... ¿dejarán de buscarse en el relato de su reflejo?



Porque es más fácil morir con los ojos abiertos mientras se divaga por la ciudad, inundado de ideas holísticas, paradigmas y misterios del andar cotidiano, llenos de malabares para sonreír.



Y porque después de tanto probar, intentar elegir algo diferente, siempre volvemos al tipo de letra Georgia de 12 puntos...



Sí, llenos de malabares para sonreír.

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